El consumo de diversos tipos de drogas ha sido una
constante observada desde la Antigüedad en numerosos pueblos y culturas. Pero
el fenómeno de la drogadicción sólo ha alcanzado una extraordinaria importancia,
por su difusión, consecuencias sociales y sanitarias, en las últimas décadas.
Esta expansión se encuentra enmarcada en las propias características de la
sociedad industrial y de consumo. En los dos últimos siglos, el hombre ha
pasado de recolectar las plantas silvestres cuyo consumo tiene consecuencias a
nivel de su psique, a obtener y estudiar sus principios activos, purificar
dichos principios activos, modificar sus estructuras químicas para aumentar sus
efectos, cultivar estas plantas para lograr una gran producción y, finalmente,
sintetizar en el laboratorio moléculas afines con el propósito de crear
componentes de mayor acción y abaratar los costes de su fabricación.
La progresiva manipulación galénica ha supuesto la
masificación del consumo de estas sustancias, perdiéndose todo el halo
mágico-religioso que durante decenas de siglos las acompañó y mantenía su
ingesta restringida a ciertas personas (rango social, posición religiosa,
actividad laboral, etc.) y/o a ciertos momentos (en la guerra, en las ofrendas
divinas, en ciertos actos médicos, etcétera).
El fenómeno de la drogodependencia es muy complejo; en él
convergen dimensiones puramente médicas (somáticas y psíquicas) junto con otras
de tipo sociológico, cultural, antropológico, ideológico, de política mundial,
etc. Resulta difícil estudiar una de ellas sin tener en cuenta las
implicaciones derivadas de las demás.
Las sustancias adictivas más consumidas en España son, y
no es de extrañar, el alcohol y el tabaco, que ocasionan cuantitativamente los
mayores problemas sanitarios. Entre las drogas ilegales, los derivados del
cáñamo (hachís, marihuana y aceite) siguen siendo los más consumidos, pero la
que todavía produce problemas sanitarios y sociales más graves es la heroína.
No obstante, en la última década ha comenzado un cambio de “gustos”, mostrando
las encuestas epidemiológicas un incremento persistente, año tras año, en el
consumo de cocaína y manteniéndose los alucinógenos y drogas de síntesis en
valores preocupantes.
Las repercusiones en la salud física y mental, y las
sociales de este incremento, están haciéndose cada vez más evidentes en las
salas de urgencias, en las unidades psiquiátricas y en el seno familiar y
laboral.
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